Información nº 20
Situación en Camerún

Enviamos esta comunicación sobre Camerún, conscientes de la situación dolorosa por la que atraviesan sus gentes. Un pueblo especialmente querido y cercano a nosotros, una demarcación escolapia que sabe mucho del esfuerzo de Aragón, de Emaús, por darle entidad.
Nos la envía nuestro hermano P. Emilio Calcena como una manera de hacernos solidarios con su dolor, y ojalá altavoces de tanta injusticia.
La enviamos con dolor, pero también con esperanza. El trabajo educativo y evangelizador siempre es semilla de futuro, aunque no se vea en este momento o a simple vista. Y con el orgullo de sentir que nuestros hermanos escolapios siguen allí dando vida con su vida.
Somos muchos en Emaús los que sentimos Camerún como algo muy propio y fruto de muchos esfuerzos de nuestra Provincia. Especialmente por tanta vida entregada allí y en las presencias africanas de Guinea y Congo.
Hoy recordamos a los 2 hermanos de nuestra provincia que permanecen allí; Martín Sobrino, en Guinea Ecuatorial y Emilio Calcena en Camerún. Y también a los que han pasado allí unos años de servicio. Los que han vuelto recientemente; Ángel Valenzuela, lleva ya dos cursos en nuestra comunidad del Calasancio de Zaragoza, Javier Negro que volvió de Congo aún no hace un año, Josema López, en Guinea, y ya en su 2º curso en nuestra comunidad de Logroño, y Fernando Negro, Domingo Sáez, José Antonio Gimeno, Ricardo Querol, Mariano Grassa, Domingo López, José Pascual Burgués. Junto con el recuerdo de Mariano Blas, y de otros muchos colaboradores y laicos, especialmente los que fueron enviados para una estancia más larga, Inma Armillas y Alberto Marques, escolapios laicos de nuestra comunidad de Granada.
A todos nuestro agradecimiento. Y con ellos renovamos nuestro compromiso con la realidad africana, para hacerla presente en nuestros ambientes y por supuesto en nuestra oración.
KUMBO. EXPERIENCIA DE P. EMILIO 10 de diciembre, 2018
Saludos a todos desde Yaoundé, donde me encuentro ahora residiendo la mayor parte del tiempo, debido a que tuve que dejar mi querida comunidad de Kumbo; espero que no por mucho tiempo. Parecía que no iba a ser necesario porque durante dos años hubo muchos altibajos; pero algunos acontecimientos de los últimos días hicieron la alternativa de dejar Kumbo adecuada, y aún necesaria.
Primero.- El asesinato de un misionero laico de Estados Unidos, no muy lejos de la ciudad de Bamenda; caído probablemente por las balas de militares o por fuego cruzado. Hacía sólo diez días que había llegado con su familia. Esto puso a Camerún al descubierto en la prensa internacional, sobre todo en USA. Y el gobierno quería evitar que se repitiera.
Segundo.- La situación de la ciudad de Kumbo se ha ido deteriorando demasiado, incluso nuestra propia área de Bamkikai-Romajaay. Esto ha hecho imposible ir más allá de nuestros alrededores en coche o en moto. Aun ir a pie puede ser peligroso.
Tercero.- Algo sucedió a un misionero blanco en Elak-Oku de parte de los muchachos Amba, que apuntaba a un nuevo peligro en el que no habíamos pensado antes.
Cuarto.- Los alrededores de nuestra casa están inundados de estos grupos paramilitares de muchachos –y muchachas- Amba. Podrían caer en la tentación de poner al gobierno en un aprieto, secuestrando a otro misionero blanco.
Bien, la necesidad de salir estaba clara, pero las posibilidades de hacerlo eran nulas. El tráfico entre Kumbo y Bamenda estaba totalmente cortado mediante trincheras y árboles en medio de la carretera. Algunas personas se atrevía a ir en moto la primera parte, y en coche después, a cargo de los muchachos Amba; pero era muy arriesgado, especialmente para gente como yo.
La oportunidad llegó el jueves, 15 de noviembre. Ese día fue especialmente miedoso. Desde las 12:30 fuego de ametralladoras, fusiles y pistolas no muy lejos de nuestra casa, gente joven que iba y venía…Ummmm!!! . A las tres y media, el P. Paulinus vino a mi habitación para decirme que desde la casa del obispo y de la comandancia militar de Kumbo anunciaban que estuviera listo porque un vehículo venía de Bamenda a buscarme. Era mi oportunidad. Estuve de acuerdo. Me dispuse a preparar mi maleta cuanto antes y a las 4:30 estaba listo.
El vehículo militar no podía llegar a la casa, primero por imposibilidad física; segundo, no convenía porque los Ambas podrían pensar que estábamos comprometidos con los militares. Así que se decidió encontrarnos en casa del Obispo. El P. Paulinus con sotana blanca, yo con mi camisa clerical, y un joven casi miembro de la comunidad (Emmanuel) –con una sotana negra en el brazo, por si acaso- , dejamos la casa, caminando por senderos secundarios. Llegamos a la altura de la iglesia de la Misión, cruzamos la carretera que baja a Mveh, totalmente desierta, lo mismo que sus alrededores, y continuamos. Alguien nos señaló un vehículo militar que estaba en la carretera principal, como a un Km. de distancia. Muy lejos, pensamos. Llegamos a un espacio abierto, donde nos encontramos con tres o cuatro jóvenes de aquellas casas. De repente, una ráfaga, creo que de ametralladora, explotó encima de nuestras cabezas. Sonaban como petardos. Nos tiramos al suelo como sacos de arena. Venían de aquel siniestro vehículo. Ufffff!.
Esperamos y esperamos, hasta que vimos que el camión se movía lentamente. Cuando desapareció de camino al BBH (Hospital Bautista de Banso), tomamos nuestros bultos y continuamos por la senda bajando y bajando, hasta llegar a un río que atravesamos por un puente de madera. Luego subimos y subimos, precisamente hacia aquel Hospital.
Cuando estábamos llegando, el tiroteo comenzó de nuevo, parece que entre los militares y los muchachos Amba. No podíamos cruzar la carretera principal hacia la casa del obispo. P. Paulinus rogó al comandante que mandara el vehículo al frente del Hospital. Allá estaba sentado yo, en la parte de atrás, esperando noticias. Al cabo de unos 20 mts. me dijeron que el coche había llegado. Por cierto, Emmanuel se había puesto la sotana. Cuando caminábamos, yo iba detrás, pero me dijeron que me pusiera delante para que vieran al blanco y no pensaran que éramos Ambas. Así lo hice. Llegamos al coche, en el que viajaban tres militares en la parte de delante. Era un coche blindado, que por dentro parecía más bien agradable (buenos asientos, luz abundante, aire acondicionado, radio para el jefe…). Quisimos subir a casa del obispo, pero la puerta estaba cerrada. Los vigilantes habían desaparecido, por si las moscas.
Así que dije adiós a mis dos hermanos, y continuamos hacia lo desconocido. Me llevaron al campamento militar a las afueras de Kumbo. Como en 15 mts se organizaron y hacia las 7:00 de la tarde –totalmente oscuro- emprendió la marcha un convoy de cinco vehículos: dos blindados delante, un turismo normal en el medio, nuestro blindado detrás y otro blindado al final. Por cierto, ahora todos los coches estaban llenos de militares hombres y mujeres, menos en el mío, donde también estaban junto a mí dos señoras jóvenes, una con un bebé. El jefe iba en nuestro coche. Por medio de la radio, daba órdenes sobre qué hacer. En la carretera apenas podía entrever árboles cortados, grandes rocas, hoyos… Pero pudimos marchar a buena velocidad. Existía el peligro de que hubiera alguna emboscada, pero nada pasó.
Durante este tiempo, estaba en contacto con el P. Provincial y el Rector de Bamenda. Les dije que podríamos llegar a Futrú como a las 10:00pm. Cuando llegamos a Ndop, como a mitad de camino, fuimos directos a su campamento, a un lado de la ciudad. Entonces el capitán dijo: vamos a pasar la noche aquí. ¡Mecachis!. Pensé que iba a dormir en el campamento, pero más tarde el capitán me digo que nosotros dos íbamos a dormir en casa del Jefe de Distrito de Ndop. Un blindado nos llevó y llegamos a una casa que estaba totalmente blindada: las ventanas, cubiertas por paneles de metal. Allí encontramos a una señora solitaria: era la Jefe de Distrito. Me trataron lo mejor que pudieron, hasta bebimos una botella de vino (creo que portugués). Después me pidieron la bendición, que les di al modo africano. También ellos son hijos de Dios.
Al día siguiente, viernes 16, nos vinieron a buscar como a las 6:00 am. con un blindado. Volvimos al campamento y un convoy de cuatro vehículos continuó el viaje a Bamenda. Cuando estaba soñando en mi liberación, el capitán dijo: vamos a continuar hasta Bafut, al otro lado de la ciudad, para que pueda saludar al coronel. ¡La madre!. Pasamos delante de Futrú, cruzamos toda la ciudad y llegamos a Bafut. Allí tienen un campamento de primera, al lado del aeropuerto. El capitán me llevó a saludar al coronel. Se tomó un ‘selfie’ conmigo y nos despedimos.
Esperé como una hora para que organizaran su viaje de vuelta a Ndop-Kumbo. En esta ocasión dos coches blindados y un ‘picup’ descubierto, con avituallamiento. En el camino, el capitán me dijo que íbamos a pasar por la Avenida Comercial, que es la más céntrica de la ciudad, para hacer algunas compras. ¡UUyyyy!.´Tenía miedo. Pasamos por el mercado popular, donde había mucha gente. No nos hicieron caso. Llegamos a la Avenida y paramos cerca del ‘Grand Stand’, en segunda línea. Los militares salieron, con sus caras cubiertas y sus rifles, pero la gente iba y venía como si nada. En Kumbo ven un militar y empiezan a correr. Me dejaron sólo en el coche. Ellos iban y venía con algunas compras. Por fin, continuamos. Le dije al capitán, que al llegar a Futrú, sería mejor que me dejaran al lado de la carretera, sin subir, porque a la entrada hay un parvulario, y los niños se podrían asustar. El me dijo que me quería dejar donde fuera, y que sólo iba a entrar nuestro coche. Bien.
Les dirigí hacia el edificio de abajo, donde me estaban esperando P. Evaristus, P. Romeo y algún otro. Nos saludamos, nos despedimos. Tomaron alguna foto, y se fueron. Por fin, podía respirar en paz.
Al cabo de algunos días, aquí en Yaoundé, me enteré del origen de mi liberación. Un Padre de la comunidad comentó a un coronel que asiste a nuestra parroquia que en Kumbo había un padre blanco, y americano. ¡Ummmm! Llamó a su compañero en Bafut. Este se comunicó con el comandante de Kumbo, para que me supervisaran. Este le dijo que no podían velar por mi seguridad al 100%. Entonces, les pidió que me trajeran a Bamenda. Ahí está el origen de mi aventura.
Gracias a Dios y a las oraciones de mucha gente. La divina providencia es maravillosa. Pero continuamos rezando para que esta situación se pueda solucionar, a nivel de Camerún, y especialmente de la parte anglófona y de Kumbo. Para los hombres, ahora es imposible; pero para Dios todo es posible.
Emilio Calcena, SchP.

ALGUNAS SENTIDAS REFLEXIONES SOBRE LA CRISIS ANGLÓFONA
22 de enero, 2019 P. Emilio Calcena, Sch.P.
La crisis anglófona es una realidad muy seria desde cualquier punto de vista sincero, que se adentra ya en el tercer año. Dentro y fuera de Camerún, muchos aún la niegan. Puede haber tantas visiones como experiencias particulares, pero hay muchos puntos en los que gente con mente abierta coinciden, deploran y sufren. Yo personalmente, con otros muchos, hemos experimentado su horror, algunas veces a corta distancia. Expreso brevemente mi visión, basada en una experiencia directa de esta crisis.
Es el resultado de muchos fallos humanos, a nivel histórico y en el día a día hasta hoy: falta de visión, de amor real por la humanidad, un exceso de egoísmo que afecta tanto a los actores personales como a poderes regionales o mundiales, a quienes todo les importa muy poco, más allá de sus intereses personales o nacionales. Este es el origen de todas las catástrofes y guerras de la historia. Pero ahora nos afecta directamente a nosotros: a nuestro país, a nuestro pueblo, a las diferentes regiones, de manera especial a las Provincias del Suroeste y Noroeste.
Produce escalofríos ver cómo la situación se ha deteriorado desde el comienzo, cuando todo se podría haber solucionado con un poco de diálogo y rectificación. Ahora sólo vemos que todo va a peor, que no hay esperanza en el horizonte, que no existe ni una chispa de luz, de buena voluntad por algunas de las parte envueltas. Se dice que incluso hay personas –entre nosotros- a quien interesa que la guerra continúe. ¡Increíble! ¡Cómo puede ser verdad!.
Mientras tanto, vemos gente y más gente afectada, muchos muriendo como activos luchadores o militares, o ‘por casualidad’, muchas familias destrozadas, casas y casa quemadas, pueblos y aldeas abandonados, personas desesperadas huyendo a toda costa, dentro o fuera del país. Y aquellos que permanecen, con un futuro muy incierto: dificultades para sembrar, precisamente en esta época (así que hambruna en el horizonte). Aquí se vive al día –o al año-. La naturaleza ayuda, pero en tiempo de guerra… , negocios cerrados, no hay transporte incluso dentro de ciudades como Kumbo, escuelas cerradas. En fin, un desastre. Cada día aparecen imágenes hirientes en los medios sociales: personas descuartizadas, decapitadas, muertos de ambos bandos, algo que inunda a uno de tristeza. Y ¿nadie está dispuesto a hacer algo?.
Debería ser, en primer lugar, desde dentro: personas con autoridad. Hay algunas que se esfuerzan, o lo han intentado, pero son pocas o se han cansado; en el campo político, social o religioso. Debería aunar su autoridad moral. Parece que se ha perdido el coraje o la perseverancia. Quizá la gente en general debería hacer más. Manifestaciones no violentas contra la violencia, al estilo de Ghandi. Claro, que los que tienen la fuerza son muy expeditivos, no se andar por las ramas, y nadie quiere ser el primero en morir o en ir a prisión. Pero si las masas insisten una y otra vez, les será más difícil no escuchar sus lamentos.
En segundo lugar, desde fuera. Una de las cosas que me llaman más la atención es el poco interés que la situación en Camerún ha suscitado en los poderes y organizaciones internacionales. No hay noticias, nadie oye, todo está bajo control, incluso dentro de Camerún. En este sentido, el gobierno de Camerún está haciendo una labor admirable. Pero hay otros medios de llegar a la verdad, instituciones y ONGs internacionales, que pueden dar la voz de alarma y hacer algo. Pero no, día tras día Camerún no sale en las noticias. Cuatro personas mueren en accidente en Mongolia o en cualquier otro rincón del mundo, y todos nos enteramos. Aquí muere gente todos los días, se queman casas todos los días, y nadie se entera. Como si Camerún no fuera de este mundo. (Bueno, 8 de febrero: Camerún mencionado en la primera página del Washington Post; algo es algo). Y me llama muchísimo la atención que aún desde Roma –Santa Sede- no hay ni una mínima reacción apreciable. ¡Increíble!.
La verdad es que no hay una solución violenta a esta crisis, que si el gobierno consigue derrotar a todos los rebeldes, que si la paz vuelve a las regiones del Noroeste y Suroeste (¿la paz de los cementerios?), la situación nunca volverá a ser la misma. Será todavía más evidente que esa región del país es rebelde, maldita, que debe ser aplastada y sus habitantes tratados como esclavos.
Otro aspecto es que la paz, sin más, no es un valor absoluto. Paz sin justicia no está en el Evangelio. Jesús murió en la cruz porque quería justicia y paz. Ahora, a la derecha del Padre, es el Garante de la justicia y el Señor de la paz. Fue S. Pablo VI quien dijo: “si quieres paz, trabaja por la justicia”. (V Día Mundial de la Paz -1972; mencionado también por S. Juan Pablo II en el XXXI Día Mundial de la Paz, 1998).
En tercer lugar, la persona humana es un valor absoluto. Exige un absoluto respeto, honor, verdad, libertad, justicia y paz, relaciones fraternas… (Cf. algunos párrafos de la Carta de los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Bamenda, a raíz de los acontecimientos del 1 de octubre del 2017). Todas las otras realidades: naciones, gobiernos, líderes de cualquier clase… son realidades relativas o desempeñan roles provisionales. Pero, las personas humanas, todas y cada una, creadas a imagen de Dios, merecen todo honor y respeto. Aspectos como diálogo, verdad, sinceridad con los otros, capacidad para perdonar y aceptar perdón… éstas son valores absolutos.
No tenemos otra esperanza, no tenemos otros medios. Todo lo que el hombre y la mujer de a pie puede hacer ahora es rezar y rezar. Y ser solidarios con los que sufren y con las personas de buena voluntad. Que la gracia de Dios y la autoridad de su Cristo puedan ablandar la mente y el corazón de aquellos que pueden hacer algo en favor de nuestro pueblo sufriente es ese rincón de nuestro país. O provocar algún suceso providencial que obligue a todos a hacer algo. Todo es tan triste, tan lamentable. Señor, ten compasión de tu pueblo.
A. M. P. I.
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