Información nº106
Acompañamos a Pedro Aguado
en las celebraciones de Huesca y Jaca

20-06-2025
Desde el pasado sábado 14 de junio hasta hoy, hemos tenido ocasión de ver las fotos y crónicas, de los medios internos – oficina de comunicación de la Orden y equipos de Emaús-, y de los medios y redes sociales. Adjuntamos algunas de ellas en esta información.
253 personas hemos utilizado los dos medios que activamos para este servicio en Emaús: la plataforma de Itaka-Escolapios y las inscripciones directas en la provincia. En ningún momento hemos coincidido todas, las mismas personas, pero eso mismo ha facilitado encuentros y alegrías de muchos tipos; compartiendo comidas o cenas, noches y paseos en Peralta, celebraciones en las catedrales y en nuestro santuario y otros ratos de charlas y puesta al día de la vida de nuestras Presencias y de otras latitudes y demarcaciones escolapias. Más de 80 religiosos y más de medio centenar de miembros de las fraternidades de Emaús y Betania, de cada una de las comunidades cristianas escolapias, y otras personas, religiosas y laicas, que han podido llegar desde otras demarcaciones escolapias. También una buena representación de la familia calasancia; Calasancianas – Suore Calasanziane de Roma, Cavanis, Escolapias y Calasancias. De Emaús todas nuestras presencias han estado bien representadas, en días que sin duda recordaremos siempre.
Unas pinceladas sobre cada uno de los momentos.
Ordenación como Obispo de Pedro.
En la catedral de Huesca el sábado a las 11 de la mañana.
Lógicamente el día de mayor expectación y nerviosismo, nos fuimos reuniendo y saludando en el entorno de la plaza de la catedral y Obispado, en la nueva vivienda de Pedro.
Celebración larga, llena de símbolos y contenido, de emoción y ambiente de oración, con mucha presencia escolapia, pero también de Obispos de muchos lugares. Destacamos los dos obispos escolapios: Félix Lázaro, logroñés con una larga vida en su diócesis de Puerto Rico, y Carlos Curiel, obispo de su ciudad natal, Carora en Venezuela. Y por supuesto de las personas y equipos diocesanos. La Diócesis preparó un folleto para ayudar a vivirla, del que copiamos la explicación del nuevo escudo de Pedro, lleno de contenido escolapio.
Muchos momentos significativos de los que señalamos dos;
- el saludo del consejo pastoral y equipos diocesanos, y dentro de él, de Martín, uno de los niños que participó en el encuentro del nuevo Obispo con los niños de la Diócesis, y que estaba en la catedral con su madre, maestra y catequista de la Diócesis.
- los saludos finales donde la espontaneidad de muchas personas se expresaba en el aplauso, abrazos y cercanía a Pedro y al resto de la comunidad.
Y dos comidas para compartir, la organizada por la Diócesis, con mucha presencia escolapia y de la familia calasancia, y la preparada en Peralta para quien puedo apuntarse, un centenar entre los que ya estaban alojados desde el viernes y los que fueron añadiéndose.
Muchas horas de convivencia escolapia de buena calidad.
En su catedral, el domingo a las 17,00.
Muchos de nosotros, más de cien, ya veníamos juntos de compartir la comida en nuestro albergue de Jaca. Unas horas ya más relajadas de ambiente festivo, de nuevos encuentros, de comentar el día anterior, y de felicitaciones y abrazos de encuentro.
Y una Eucaristía más cercana al marco normal, ya no había ordenación, pero igualmente entrañable. El encuentro de las gentes de Jaca –mucha presencia del cole- con su nuevo Obispo. Precedidos por el toque folklórico, un paloteado y danzantes con colores y toques pirenaicos con baile de la bandera incluido.
También un niño vestido de romero de Santa Orosia, y las personas componentes del consejo pastoral le dieron un toque más cercano y comunitario.
Una Eucaristía ya presidida por Pedro, con dos momentos para dirigirse a la comunidad, la homilía, que os copiamos a continuación, y las palabras finales, también expresadas ante la comunidad de Huesca.
Cena de fraternidad. En Peralta de la Sal el domingo noche. 110 personas.
Y esa noche, para los que nos podíamos permitir prolongar el fin de semana, plan festivo con cena en el claustro de Peralta, el mismo en el que hace 16 años el Capítulo General eligió a Pedro. En el brindis final, ambiente más relajado y divertido, pudimos expresar a Pedro nuestra gratitud por sus años de dedicación. Sentimos que os representábamos a Emaús al agradecerle como pudimos expresar, al menos “tres” cosas:
- Que haya liderado desde la cercanía, desde ponerse en los zapatos de cada persona escolapia, de conocernos por nuestro nombre a cada uno – literalmente- y animarnos a las mejores metas y contribuciones al proyecto escolapio, con muchas prácticas que hoy llamamos sinodales y que, por estar acostumbrados a vivirlas, ya no las resaltamos: caminar conjunto de religiosos y laicos, diversidad vocacional escolapia, despliegue de los ministerios dentro de la comunidad cristiana escolapia, …
- Con la mirada puesta en Calasanz, en cómo actualizar su vida y obra “un colegio nuevo al año”, “centralidad de la experiencia vocacional”, muy consciente a la vez de las peculiaridades y trayectorias de cada demarcación, de la historia de las provincias y sus Presencias, potenciando modelos comunitarios diversos y procesos de formación.
- Y también, ¿por qué no? Por haber puesto en un papelito en sobre cerrado el nombre de Carles como sucesor para este momento.
En nombre de todos, uno de los presentes, representante de jóvenes escolapios, entregó a Pedro un retrato sencillo y pastoral de Calasanz.
Terminamos la velada, la habíamos llamado agridulce, ahora más esperanzada, -Carles lo recalcó en su homilía del lunes-, con la necesidad de expresar más rigurosamente nuestro agradecimiento a Pedro por todos estos años, los de General de la Orden, y cómo no, todos sus anteriores en Emaús y Vasconia.
Aunque no lo parezca, nos habíamos mantenido contenidos -nos superaba el nombramiento y sus consecuencias- y junto a la organización de estos días, mantuvimos cierta improvisación… ¿será que ya es inevitable en nuestro carácter provincial?
Para subsanar hemos pedido a José Pascual Burgués que redacte unas líneas, con el fondo documentado y riguroso que le caracteriza, que sin duda asumimos, que expresan mejor este reconocimiento.
Os las ofrecemos en otra parte de esta información.
Eucaristía con el inicio de Carles Gil como nuevo General de las Escuelas Pías. Peralta de la Sal, lunes 16, 8,00
Madrugadores, nos reunimos en la Iglesia del santuario para celebrar la Eucaristía.
Dimos gracias al Señor que nos llama, a sus respuestas y su acogida, y pusimos en sus manos esta nueva etapa escolapia.
Gracias también a Carles, ya nuestro P. General, sucesor de Calasanz como recalcó Pedro, por aceptar este reto.
Jesús Elizari Díez
Explicación del escudo y el lema episcopal.
El escudo tiene un centro, que es la CRUZ. Quiero expresar con ello la centralidad de Jesucristo en mi vida, en mi misión y en la vida de la Iglesia. Esa cruz termina en forma de báculo pastoral, queriendo expresar que el seguimiento de Cristo es anuncio y acompañamiento de la comunidad cristiana, y testimonio creíble ante el mundo de que Jesús es el único Señor.
Los cuatro símbolos que he introducido en el escudo quieren expresar lo que soy y lo que ha ido configurando como religioso y sacerdote a lo largo de mi vida. La propia identidad, si es cristiana, es abierta y misionera, pero es también fruto de la historia. No he elegido ningún símbolo ligado a ningún lugar concreto, ni siquiera al lugar en el que nací. Son símbolos que expresan mi experiencia de vida y de fe y que proyectan y fortalecen mi vida.
La imagen de María con el niño, asociada a la espiritualidad mariana que siempre he vivido como escolapio, inicialmente inspirada por la Virgen de Begoña y profundamente amada en la advocación de la Reina de las Escuelas Pías.
El escudo es el de la Orden de las Escuelas Pías, a la que pertenezco. Desde niño estudié con los escolapios, y ahí descubrí mi vocación. En la Orden he ido creciendo, y desde la Orden fui llamado al episcopado por el Papa Francisco. El escudo representa la protección de María para con sus hijos escolapios y todos los niños y jóvenes.
Las sandalias de San José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías, conservadas en Roma, desgastadas de tanto caminar. Es un símbolo de la entrega a la misión, que deseo que siga marcando mi caminar.
Y, finalmente, un cuaderno y un lápiz, símbolos de la pasión por la educación, que marca completamente mi vida y vocación.
El escudo expresa la identidad que me ha ido configurando. Por eso, pido a Dios que en mi servicio como obispo pueda seguir testimoniando, de modo creíble, que Cristo es la respuesta a todas nuestras preguntas, que María nos ampara y protege, que la misión sólo puede ser llevada adelante con pasión y día a día, que la Iglesia apuesta por la esperanza y busca que los jóvenes puedan construirla, y que el agradecimiento hacia lo que cada uno ha vivido en su historia personal ayuda a descubrirse pequeño y bendecido. Sé de Quién me he fiado.
Lema: Scio enim cui credidi (2 Tim 1, 1)
El lema está tomado de la segunda carta de Pablo a Timoteo. Pablo invita a Timoteo a vivir con autenticidad su fe en el Señor Jesús, a pesar de las dificultades que pueda experimentar. El apóstol expresa la razón de su esperanza: “sé de Quién me he fiado y sé que tiene poder para ayudarme a llevar hasta el final el encargo que me da”.
Esta convicción ha animado desde el primer momento mi vocación religiosa y sacerdotal, y la he podido experimentar en las diversas etapas de mi vida y servicio eclesial. Y confío en que así seguirá siendo, en esta nueva encomienda que he recibido: servir a la Iglesia y a la sociedad como obispo. “Scio enim cui credidi; sé de Quién me he fiado”.
Homilía de Pedro en la catedral de Jaca,
domingo 15 de junio.
Queridos hermanos y hermanas:
¡La paz sea con vosotros!
Esta es la primera homilía que pronuncio como obispo de esta nuestra querida diócesis de Jaca. Y lo que he pensado es, precisamente, hacer una homilía. Dejaré para el final de la celebración lo que podría ser un primer mensaje del obispo a sus hermanos y hermanas, a su comunidad cristiana, porque de quien hoy tenemos que hablar y sobre lo que hoy tenemos que pensar no es sobre los planes del obispo, sino sobre el Dios que nos ama profundamente, el Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Me gusta comenzar las homilías con el signo que nos une a todos como cristianos, y que hoy más que nunca es central. Quienes queráis, lo podéis hacer conmigo:
+EN EL NOMBRE DEL PADRE, +DEL HIJO +Y DEL ESPÍRITU SANTO.
CREO EN DIOS PADRE, creador del cielo y de la tierra.
Así empieza el Credo que rezaremos en unos minutos. Creo en Dios, que es Padre. Es una preciosa afirmación, llena de contenido, llena de experiencia, llena de deseos de amor, de consuelo, de escucha, de exigencia. Creo que Dios es Padre, y eso significa también que creo que todos somos hermanos.
Creo en Dios. Eso quiere decir algo precioso: no estamos solos, en medio de nuestra vida, a veces con dificultades o sinsabores. No estamos solos. Tenemos un Padre. Este es nuestro tesoro.
Creo en Dios, pero tengo preguntas. Eso es bueno. El Señor fundamentó su Iglesia es un pequeño grupo de hombres con preguntas y dudas. Moisés tuvo preguntas. Los profetas tuvieron preguntas. El propio Jesús tuvo preguntas. Pero cuando las preguntas las hacemos desde una fe que nos apasiona, nos ayudan a crecer. Esto es lo que os deseo, de todo corazón. No tengáis miedo de haceros preguntas. Ni de plantearlas.
La fe en Dios no es “solucionario” para las dificultades, sino una experiencia de amor que me sostiene. No es un analgésico que me quita el dolor, sino una razón de fondo que ilumina mi vida y la sostiene. No es algo que yo controlo y domino, sino que es mucho más grande que yo, y me cuida si la cuido.
La fe en Dios es un tesoro que llevamos en vasijas de barro. La fe en Dios, como la esperanza y el amor, no necesita muchas explicaciones. Brota del fondo del alma, y nos transforma, cambia nuestra vida y la dota de una fuerza renovada que me ayuda a seguir caminando.
Estoy seguro de que todos conocéis personas cuya fe os ha sorprendido e incluso os ha ayudado y os ha hecho pensar. Esas personas son los “santos de la puerta de al lado” de los que tanto nos habló el recordado Papa Francisco.
Cuidad esa fe. Os propongo tres pequeñas ayudas para cuidarla:
a) Mirad a los niños: confían en sus padres, creen en ellos, porque se sienten amados. Trata de pensar y descubrir cómo te ama Dios.
b) Ora, con sencillez, pero cada día. La oración es una de las mejores expresiones de la fe.
c) Y la tercera, busca cómo formarte en la fe. La fe no es una cualidad de los “perfectos”, sino de los sencillos. Pero si es de verdad, busca crecer. Tenemos que formarnos en nuestra fe, para comprenderla mejor y vivirla con más ganas de seguir buscando. Nunca olvidéis esta preciosa oración: “Señor, creo, pero ayuda mi falta de fe”. Es bueno pedirle a Dios que nos ayude a creer. Si lo haces cada día, no dudes de que algo cambiará en ti.
CREO EN JESUCRISTO, su único Hijo, nuestro Señor.
Jesús es el mejor regalo de Dios: se hizo uno de nosotros, y compartió nuestra vida y nuestra condición. Y así nos enseñó a confiar en Dios. Contemplar a Jesús y tratar de seguir sus pasos es el único modo de comprender quién es Dios. Eso es creer en Jesús. Cuando le vemos amar, curar, sanar, orar, enseñar, perdonar, sufrir, caminar, escuchar, mirar, callar, entonces podemos entender nuestra experiencia de Dios. Y podemos acercarnos a Él.
Para que una persona suscite y mantenga nuestro amor a lo largo del tiempo tiene que ser a la vez igual y diferente de nosotros. Si sólo es igual, con el tiempo se banaliza la relación; si sólo es diferente, provoca extrañeza, pero no amor. Las dos a la vez. Y ese dinamismo se da en Jesús: es igual que nosotros, pero es Dios. Creer en Jesús es amarle. Y le podemos amar porque es, a la vez, igual y diferente. Es, a la vez, amigo y Señor.
Creer en Jesús provoca un cambio profundo en nuestra vida. Pero para creer, debemos buscar, debemos querer encontrarle. Os diré tres cosas que a mí me ayudan en la fe en Jesús:
BUSCAR. No fue fácil la fe en Jesús, tampoco para sus discípulos. No os desaniméis por vuestras dificultades. Por ejemplo, Magdalena confundió a Jesús con el jardinero; Tomás necesitó que el Señor accediera a que viera sus heridas; los discípulos que le vieron desde la barca creyeron que era un fantasma… Pero la Pascua es una profunda experiencia de fe que transformó por completo a los discípulos. Nosotros creemos gracias a la fuerza transformadora de esa experiencia. Ellos nos la transmitieron, porque la vivieron.
CAMBIAR. Pedro pasa de negar cobardemente al Señor a recibir el encargo de ser el pastor de todos; Zaqueo deja de ser egoísta y se convierte en hermano; Mateo deja de pensar en el dinero y escribe el Evangelio; el ciego deja de estar en la cuneta y sigue al Señor por el camino; Santiago deja de pensar en sentarse a la derecha del Señor y se convierte en el primer apóstol en dar su vida… La fe nos cambia, nos transforma. ¿Sabes por qué? Porque nos convierte en seguidores. Mis ideas y aspiraciones dejan de ser lo primero, porque sólo hay un primero: Cristo Jesús.
CELEBRAR. Y la tercera pista: la alegría. Los cristianos somos, debemos ser, personas alegres. Pero no una alegría pasajera, fruto de algo bueno que nos ha pasado, cosa que está muy bien. Es otra alegría, una alegría profunda, serena, que procede del centro del alma, una alegría “que nada ni nadie nos podrá quitar”. Hace dos meses estuve en la plaza de San Pedro compartiendo con mucha gente la fumata blanca. A mi lado estaba una señora muy amable, que estaba muy emocionada. Me dijo una frase que resonó profundamente en mí: “no sé quién será el Papa, pero lo que sí sé es que esta elección representa para mí algo importante: Dios nos ama y nos regala un nuevo pastor. Por eso siento una enorme alegría, tan grande que me emociona”. Eso es la fe, queridos hermanos.
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO, Señor y dador de vida.
Hace poco tiempo celebramos Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo. Es bueno pensar lo que pasó en el primer Pentecostés, porque nos puede ayudar a entender lo que significa que el Espíritu Santo ilumina y acompaña nuestra vida. El Espíritu de Dios irrumpió en aquel cenáculo en el que los discípulos estaban encerrados. ¿Por qué? No lo sabemos, porque las razones desde las que Dios actúa nos sobrepasan. Pero sí sabemos algunas cosas que estaban pasando allá.
La primera es que los discípulos estaban reunidos, en comunidad, Con miedo, es verdad, pero en comunidad. Recibieron el Espíritu en comunidad. Además, segundo, ellos eran conscientes de que lo necesitaban; se sentían huérfanos, pobres, sin vigor para hacer lo que tenían que hacer. Y lo que pasó, -tercer apunte- es que se lanzaron a la misión. Yo creo que estas tres cosas nos pueden ayudar a creer en el Espíritu Santo. Digamos algo de cada una de ellas.
Voy a empezar por la segunda: ser conscientes de que necesitamos la fuerza de Dios. Sabernos humildes y pobres. Dios no se hace presente en el autosuficiente, en el que cree saberlo todo, en el que nunca se ha sentido pobre y desvalido. Dios se acerca a ti si tú le abres la puerta. Creer en el Espíritu Santo significa saber -y vivir- que eres pequeño y le necesitas. La fe en el Espíritu es la propia de los pequeños.
La comunidad, lugar del Espíritu. Esto está en el centro del proceso sinodal que estamos viviendo y que me gustaría impulsar de modo decidido en nuestra diócesis: los cristianos, en comunidad fraterna y de búsqueda compartida, deseamos escuchar juntos al Espíritu de Dios, que frecuentemente habla a través de los hermanos que comparten honestamente sus búsquedas. Una comunidad que trata de estar centrada en Cristo es un buen lugar para que el Espíritu llegue y haga nuevas todas las cosas.
Creer en el Espíritu, significa, en tercer lugar, disfrutar de que somos llamados a ser testigos, a anunciar lo que vivimos, a compartirlo con humildad. El Espíritu no nos invita a quedarnos tranquilos, sino a “complicarnos un poco la vida”. Y esto lo podemos hacer de muchas maneras. Creer en el Espíritu Santo significa que puedo construir Iglesia, una Iglesia abierta y acogedora, una Iglesia que celebre y transmita su fe. El Espíritu es el principal “constructor de comunidad”. Sin Él construiremos otra cosa.
Queridos hermanos y hermanas, es muy bello poder hacer este anuncio en el día de hoy, en el que comienzo mi servicio como vuestro obispo: Creo en Dios, creo en Jesús, creo en el Espíritu. Por eso creo en una Iglesia acogedora y misionera, en un mundo que podemos cambiar, en una vida que tiene sentido, en una justicia que debemos buscar, en una solidaridad con quienes más lo necesitan, en una plenitud que es la pequeñez cuando está llena de Dios. Caminemos juntos. Construyamos juntos nuestra iglesia de Jaca. AMÉN.
Palabras finales en las celebraciones.
Queridos hermanos y hermanas, quisiera dirigirme a todos vosotros de una manera sencilla y fraterna, para compartir con todos vosotros algunas sencillas reflexiones. Serán tres. Estas son las tres palabras: GRACIAS, CAMINAR JUNTOS y OPCIONES.
I-GRACIAS. La palabra que mejor expresa mis sentimientos en este momento es la palabra GRACIAS.
En primer lugar, gracias a Dios, por su amor y su presencia a lo largo de mi vida. He elegido una frase de Pablo a Timoteo para mi lema episcopal. La frase dice “Sé de quién me he fiado”. Esta frase me ha acompañado a lo largo de toda mi vida, en todas mis decisiones y ante todas las responsabilidades que se me han ido pidiendo. Y sé que es cierta. La frase completa es “Sé de quién me he fiado, y sé que tiene poder para ayudarme a llevar hasta el final el encargo que me da”. He experimentado esto siempre, y confío en que lo seguiré viviendo del mismo modo.
En segundo lugar, quiero dar las gracias a todos los que me habéis acompañado en mi camino, y en esta celebración. Como es lógico, no puedo citar a todos, pero sí quiero citar a mi hermana y mi familia, al cardenal Joao, a los obispos que me han acompañado, a los responsables de las diócesis de Huesca y de Jaca, a las autoridades aquí presentes y a todos vosotros, que estáis aquí. Y de un modo especial, a todos y cada uno de mis hermanos escolapios. Soy escolapio y lo seguiré siendo, y seguiré caminando con ellos. GRACIAS
Y en tercer lugar, quiero dar gracias al Papa Francisco. Es tradición en la Iglesia que cuando el Papa nombra obispo a un sacerdote, el elegido pide una audiencia para agradecer al Papa el nombramiento. Yo no lo pude hacer, y creo que, si hubiera tenido esa oportunidad, no le hubiera dado las gracias por el nombramiento. Más bien le hubiera dado las gracias por su testimonio de obispo, de padre y de pastor. Gracias, Papa Francisco, por tu ejemplo de vida, Y gracias, Papa León, por tu disponibilidad para aceptar esta responsabilidad.
No quiero terminar este capítulo de agradecimientos sin citar algunas personas y situaciones. Seguro que me dejo algunos, no busquéis una lista completa.
- Vicente, gracias por su servicio a esta diócesis y por su ejemplo de obispo u pastor. Igualmente, doy las gracias a sus antecesores (sólo citaré los que he podido conocer: D. Jesús, D. Julián y, cómo no, D. Javier, que sigue profundamente presente en el corazón de este pueblo. ¡Gracias!
Gracias a D. Nicolás, nuestro vicario general, y a todos los sacerdotes y laicos que trabajan por la buena marcha de la diócesis de Huesca. Mañana tendré la oportunidad de saludar a los de Jaca.
Gracias a todos los que han preparado esta celebración, que ha sido un trabajo laborioso y generoso. Gracias a los voluntarios, a los jóvenes. Gracias a nuestros seminaristas, de Huesca y de Zaragoza.
Me gustaría dar las gracias a todos y cada uno de mis hermanos escolapios, a los que estáis aquí y a los que, desde vuestras comunidades, estáis orando por mí. Por eso, en nombre de todos, doy las gracias a Dios por San José de Calasanz, el primero de todos, el padre de todos. Él nos bendiga y nos fortalezca.
II-CAMINAR JUNTOS. La palabra “sínodo” significa exactamente “caminar juntos”. Y esto es lo que quiero deciros a todos en este momento. Es muy curioso, pero “syn” es una palabra griega que significa exactamente “con”. Esta es la clave de lo que tenemos que hacer.
Lo que quiero deciros es que yo no estoy preparado, ni tengo un programa establecido. Y pensaréis: ¡pues vaya obispo que nos han mandado, ni está preparado ni tiene programa”. ¡Estamos apañados! Pues es cierto, gracias a Dios. No sé si algún obispo aquí presente se sentía preparado para esta responsabilidad; yo, desde luego, no. Y me alegro de poder decirlo. Porque así podré aprender, con vosotros. Y, además, no tengo un programa establecido, gracias a Dios. No conozco la realidad de nuestras diócesis. Sería un gran error venir con un programa previo, alejado de la vida real de la comunidad. Por eso, mi opción es aprender y caminar junto a vosotros, para poder hacer planes certeros y llevarlos adelante. Esto es la sinodalidad.
III-OPCIONES
Lo que sí tengo son mis convicciones, y las quiero compartir con vosotros. Son bastantes, pero os diré tres de las que estoy muy seguro.
La primera. Creo profundamente en el valor del mensaje del Evangelio. Estoy convencido de que Cristo Jesús es la respuesta a las preguntas más profundas del ser humano, y de que su propuesta cambia por completo nuestra vida y la abre a la plenitud. Creo que la misión de la Iglesia es transmitir este mensaje a través de un testimonio creíble y auténtico. Y creo que no hay nada más apasionante que dedicar la vida a algo más grande que tú mismo. Esta es la fe, y en ella creo profundamente.
La segunda. Creo en una Iglesia sencilla, apostólica, misionera, sinodal, capaz de asumir para ella las prioridades del Evangelio. Una Iglesia que no piense en sí misma sino en aquellos a los que es enviada. Una Iglesia capaz de suscitar en los jóvenes el deseo de Evangelio. Una Iglesia para todos, acogedora y abierta al mundo de hoy. Una Iglesia que tanga clara su identidad y su mensaje, pero que entienda que en ningún lugar de su identidad aparece la exclusión de nadie o la exigencia de perfección para formar parte de ella. Una Iglesia que se sienta pecadora y que sea feliz de saber que Cristo vino por los pecadores, porque no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Creo en apasionante reto de construir Iglesia.
Y la tercera. Sabéis que soy escolapio, hijo de un santo de esta tierra aragonesa, san José de Calasanz. Con el aprendí a creer en los niños, que son los dueños de las llaves del Reino de Dios. Con él aprendí a creer en los jóvenes, portadores de sueños y convicciones que hay que saber acompañar para que nunca crean que ellos son la medida de sus propios proyectos, sino que hay alguien mayor que no sólo les puede inspirar, sino que les puede acompañar. Con él aprendí a creer en los pobres, porque con ellos se identificó Cristo para siempre. Con él aprendí a creer en la comunidad, en el seguimiento de Jesús, en la educación, en la diversidad vocacional, en la lucha diaria para llevar adelante un proyecto de vida y misión.
Por todo esto, quiero que sepáis que tenéis un obispo contento de no estar preparado, pero convencido de lo que tiene que aprender y hacer.
Termino esta intervención final de la Eucaristía repitiendo las palabras de Pablo a su discípulo Timoteo, palabras que inspiran mi lema y que han resonado en esta catedral. Creo profundamente en ellas: Sé en quien he puesto mi confianza, y estoy convencido de que él es capaz de conservar hasta el final el encargo que ha dado.
MUCHAS GRACIAS Y QUE DIOS OS BENDIGA
P. Pedro Aguado Cuesta de Jesús Nazareno.
Homilía de Carles Gil – Mt 5, 38-42
Celebración en Peralta de la Sal / Agradecimiento a Pedro.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, amigos en Calasanz,
Ayer escuché decir a un obispo que en una homilía lo que tenemos que hacer es hablar de la Palabra de Dios, así que no tengáis otras expectativas. Lo que sigue es una homilía canónica.
Hay palabras del Evangelio que no necesitan explicación, sino valor, coraje.
- Esta de hoy es una de ellas.
A vosotros os digo: no hagáis frente al que os agravia… Si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra…
¡Qué fuerte!
- Permitidme que lo diga con lenguaje joven, escolapio: ¡qué fuerte!
- Sí, es fuerte lo que dice Jesús.
- Radical. Desconcertante.
- Y absolutamente necesario.
- Porque nuestro mundo (y a veces también nuestro corazón) sigue anclado en lo de siempre: ojo por ojo, diente por diente.
Y así no hay futuro.
- Sólo hay miedo, orgullo herido, desconfianza acumulada, y la tentación constante de responder con la misma moneda.
Pero Jesús nos habla
- Como el que conoce la raíz del mal…
- Y el único camino hacia la vida: el perdón radical, el amor sin condiciones, la generosidad que desborda toda pretensión ética.
Calasanz no fundó esta Escuela para competir, sino para salvar (transformar).
- Y lo hizo sabiendo que habría resistencias, críticas, ataques, incluso traiciones.
- Él eligió permanecer al lado de los descartados del mundo.
- Eligió perder poder, prestigio, incluso su apellido (en las firmas!) pero nunca perder el Evangelio.
- Nosotros, laicos, religiosos, escolapios todos, no estamos llamados a triunfar según el mundo (retiro a los novicios, Roberto y Jon).
- Estamos llamados a ser fieles a Jesús. Lo demás vendrá por gracia.
Y, por cierto, hablando de tiempos… hoy hemos leído también, en la 1ª lectura:
- Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.
- ¡Qué bien! ¡Justo ahora que tomo el relevo como Padre General!
Tranquilos, no es una revelación mística… es solo una broma… Pero por si acaso, escuchadme con más atención a partir de hoy 😉
Bromas aparte, sí que creo que es tiempo favorable.
Tiempo de reconciliación.
- De unidad (penosa imagen partidista pre-conclave).
- De Iglesia sencilla, de comunidades fraternas, de justicia y ternura.
- De una educación que será para todos, donde quepan todos, donde tienen que caber todos, y de calidad, e integral… y con las familias.
- Tiempo de volver a Calasanz, a Peralta de la Sal, no como símbolo, sino como fuente!!
Ucrania, Gaza, Sudán, Irán, Israel, Myanmar… (UN: 110 conflictos activos, 25 de alta intensidad).
Es tiempo favorable.
- Para reclamar desacomplejadamente y sin desfallecimiento por paz.
- Lo dijo con fuerza el Papa Francisco
- Lo dice el Papa León XIV desde su primer día.
- Opus iustitiae pax (lema de Pio XII).
- La paz no se construye sin justicia.
Y terminamos con una palabra de aliento y de esperanza.
Porque, aunque el Evangelio de hoy nos sacude (¡y vaya si lo hace!).
- No lo hace para deprimirnos, o moralizarnos.
- Sino para despertarnos a la vida nueva que Jesús nos propone.
- No se trata de cargar más pesos, sino de vivir más libres.
- Libres del rencor y del ojo por ojo.
- El Señor confía en nosotros: scio enim cui credidi. Aquí estamos los cui.
Y, además, no podemos dejar de sentirnos alegres.
- Llevamos dos días intensos, sí, pero profundamente gozosos.
Porque uno de los nuestros, Pedro, ha sido llamado a servir como obispo.
- Una misión nueva, distinta, en la que una vez más se le confía el cuidado del pueblo de Dios, como pastor, como servidor, como padre.
- Ha guiado a nuestra Orden con claridad, con audacia y con una profunda fidelidad al carisma de Calasanz.
- Nos has ayudado a crecer no solo en número, sino sobre todo en esperanza, en comunión, en apertura a lo nuevo y a lo esencial.
- Ha sido un padre: firme cuando hacía falta, cercano siempre.
- Y un hermano que ha sabido escuchar, discernir y acompañar.
- Ahora la Iglesia le llama a una nueva entrega.
- Y nosotros, aunque te echaremos de menos como Padre General, celebramos esta llamada como un signo de confianza, también en nuestra Orden, en lo que somos y en lo que damos.
No tengamos miedo. No nos encerremos en viejas seguridades estériles.
- Hoy es tiempo favorable a vivir el Evangelio con la radicalidad de Jesús.
Pedro Aguado, un gran líder escolapio.
Palabras de José P. Burgués
La Iglesia nos ha “quitado” al P. Pedro Aguado. Ahora le llaman “Don Pedro” … Y ojalá que haga grandes servicios a la Iglesia en el cargo que le han confiado. Nosotros los escolapios estamos seguros de que nos seguirá llevando en el corazón, como lo ha hecho desde que hace 50 años (un 28 de agosto de 1975) hizo su primera profesión como hijo de Calasanz.
Muy pronto detectaron sus superiores su talento como formador. Y pocos años después de su ordenación, le nombraron Maestro de juniores y rector… Solo tenía 28 años, y tuvieron que pedir dispensa a Roma porque aún no tenía los 30 reglamentarios. Lo hizo bien, y sus hermanos le eligieron Asistente Provincial, pues veían en él las cualidades necesarias para guiar el tema de la pastoral y la formación. Y pronto, a los 38 años, le eligieron Provincial de Vasconia en 1995. Eran años difíciles: las obras se iban expandiendo y el número de religiosos iba disminuyendo, además de envejecer. Captó perfectamente la situación, y rápidamente empezó a proyectar cambios, para mantener e incrementar la buena marcha de la Provincia (y de sus tres viceprovincias americanas; con Japón fue en otro momento). Nueva organización provincial, reducción de comunidades (aunque creó la de Riezu, de carácter especial), manteniendo las más significativas e imprescindibles. Pensando, ante todo, en el bien de los religiosos. Apoyo decidido a la integración de los laicos: creación de comunidades laicales (Itaka, Lurberri, Goizalde, de Tolosa) que luego se convertirían en Fraternidades Escolapias. Apoyo de estas comunidades a las demarcaciones americanas (Venezuela, Brasil y luego Bolivia), con el envío de grupos de laicos por tres años. Y luego, entendiendo bien lo de la reestructuración, fusión con Andalucía, para formar una Provincia más sólida: Emaús. Vasconia y Andalucía desaparecían como Provincias, pero su “levadura” hacía “fermentar” la nueva masa, y otras que vendrían después.
Naturalmente, sus ideas y sus logros llamaron la atención a nivel de Orden. Y también su personalidad: un hombre abierto, de trato sencillo y cercano, profundo conocedor de las personas y las situaciones, fácil para la carcajada… pero que se toma muy en serio sus obligaciones. Y así no es una sorpresa que, en el Capítulo General de 2009, con 48 años, fuera elegido General de la Orden. Y reelegido en los dos capítulos siguientes, de 2015 y 2022. Y, si como Provincial merece uno de los primeros puestos (si no el primero), entre los provinciales de Vasconia- Emaús, como General ha ido también ganando méritos para figurar entre los más brillantes de toda nuestra historia.
No estoy escribiendo su biografía como General (sí como Provincial); otro lo hará cuando sea. Sólo apuntaré algunas ideas para justificar la afirmación que he hecho en el párrafo anterior.
En primer lugar, resolvió pronto el tema de la reestructuración de la Orden. La propuesta de “Sectores” del generalato anterior estaba atascada; sólo había funcionado en la unificación de la Provincia de Italia y en la fusión de Vasconia y Andalucía que dio lugar a la primera Emaús en España (por iniciativa del P. Pedro y del P. Manuel R. Espejo, por cierto). Él dio paso a las nuevas provincias de Estados Unidos-Puerto Rico, América Central-Caribe, Nazaret, Emaús (con Aragón), Betania, Brasil-Bolivia, África Central y África Occidental, y más tarde Asia Pacífico, y la Viceprovincia de India. Para poder seguir apoyando a Chile la convirtió en una Delegación General. Y así terminó felizmente (hasta ahora) el tema de la reestructuración: ya no se habló más. Y luego, para culminar el trabajo, redistribuyó los Asistentes General por Continentes, con lo que la cosa queda más lógica y operativa.
A mí, personalmente, uno de los logros más sorprendentes suyos fue el de la centralización económica, tal como está organizada, con la cual las provincias con más posibilidades económica pueden apoyar los proyectos de formación y de ministerio en las provincias nacientes de África y Asia (contando además con la gran ayuda de Itaka-Escolapios, otra realización en la que tuvo mucho que ver). Y esta ayuda trae asociada, como “mentalidad de Orden” una mayor disponibilidad para que religiosos de estos países “nuevos” puedan ser enviados a reforzar presencias escolapias más necesitadas. El ejemplo más patente es el de la Provincia de Austria, que en buena lógica debería haber desaparecido por falta de vocaciones nativas, y, sin embargo, con el refuerzo sobre todo de religiosos africanos y asiáticos, se ha convertido en una provincia (dentro de su talla) dinámica y con ansias de expansión europea (porque no podemos abandonar el mundo germánico, en el que los escolapios estuvimos bien presentes en otros tiempos).
Y un caso parecido es el de Japón: no hay ningún escolapio japonés (por ahora), pero los escolapios hemos sido capaces de mantener y aun aumentar nuestras presencias, con religiosos procedentes de diversos países. O las recientes fundaciones interdemarcacionales de Guatemala y Mozambique.
Y hablando de expansiones, hay que decir que el P. Pedro siempre ha animado a las provincias a seguir expandiéndose: insiste en que, si Calasanz se hubiera conformado con llevar bien las Escuelas Pías de San Pantaleo, nosotros no estaríamos aquí. Y ha impulsado las fundaciones en países nuevos: Vietnam, Indonesia, Timor Leste, Benín, Burkina, Congo, Mozambique, Guatemala, Perú… Y más no, porque las circunstancias lo han impedido. De la mano de estas nuevas fundaciones, y de unos medios de comunicación y de viajes más asequibles, ha surgido la idea de la interculturalidad en la Orden: antes éramos sobre todo los españoles los que íbamos a misiones; ahora son los de las misiones los que van a todas partes, España incluida.
Una cualidad que admiro en el P. Pedro es su disponibilidad para viajar a cualquier parte del mundo (con su tarjeta platino, que bien ganada la tiene) para hacer acto de presencia en acontecimientos significativos, o en ordinarias visitas oficiales o “sectorializadas”. Y de paso me atrevo a decir que dudo que en todo el mundo haya un obispo que haya viajado tanto como él…
El P. Pedro ha sabido ser padre para todos nosotros, pero de manera especial de los escolapios en formación inicial y de los religiosos jóvenes adultos. Hace poco le pregunté si conocía a todos los novicios y juniores de la Orden (muchos de ellos, con perdón, con nombres impronunciables para mí), y con toda sencillez me dijo que sí, que los conocía a todos por su nombre (hay que decir que, entre otras cualidades, el P. Pedro tiene una memoria excepcional. Pero el recordar los nombres de todos sus hijos no es solo cuestión de memoria, sino, sobre todo, de amor).
El P. Pedro ha seguido fielmente las indicaciones de la Iglesia, sobre todo de su querido Papa Francisco, con el que había adquirido una cierta familiaridad. Y así las iniciativas de Francisco pasaban pronto a las Escuelas Pías: sinodalidad, “en salida”, pacto educativo…
Pero guardó también algunas convicciones de sus años de Vasconia, y desde Roma ha apoyado la creación de nuevas Fraternidades Escolapias en provincias donde no existían, creando además la Fraternidad General, y otros modos de integración, como la “misión compartida”.
… y habría muchas más cosas que decir. Pero como dice San Juan en el último versículo de su evangelio…
En fin, no me quiero extender más. Diré simplemente que el P. Pedro Aguado ha sido un gran líder, primero en su propia Provincia de Vasconia, luego en Emaús y en toda la Orden. Y ahora le envían a ejercer el liderato a unas diócesis un tanto “dormidas”, a las que, sin duda, “despertará”. Y si no, al tiempo.
Gracias por tanto Pedro.
Y en vísperas del 26 de junio, tu cumpleaños, felicidades. Por tu vida, por las celebraciones de estos días, y por subrayar que sigues siendo profunda y realmente escolapio en tu nueva etapa. Un escolapio obispo.

















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